Azerbaiyán, además de un país de una naturaleza de proporciones colosales y grandes contrastes culturales, es lugar de gente amable y gestos sencillos.
Gente siempre atenta y sonriente ante nuestra imagen de abnegados viajeros en bicicleta, que se ilusionan con el simple hecho de vernos pasar y devolverles el saludo. Un simple gesto capaz de devolvernos las fuerzas cuando la dureza e intensidad del viaje nos hacen flaquear.
Levantar la mano, mirarnos a los ojos, sonreír y gritar unas palabras de ánimo empujan al alma que alimentar la fuerza de voluntad para alcanzar el destino diario a más de 90km.
Y el poder devolver el saludo cuando después de días y días de viaje sobre la bicicleta es lo único que te queda, unas pocas fuerzas para sonreír, levantar la mano y decir un simple hola que devuelve humildemente esos ánimos para continuar pedaleando.
Y sin embargo, el inexorable paso de los kilómetros hace que nos acerquemos más y más a la línea de la frontera con Georgia, dejando atrás un país que nos ha acogido como propios.
Hoy, Zaqatala. Mañana frontera con Georgia y fin en Kuareli: https://www.google.com/maps/d/viewer?mid=1ep3atEx7gtBDrr2BD4qDDULQVASmbA6F&ll=41.400621018243285%2C46.926950314999885&z=10
Zaqatala, Azerbaiyán. 2 de agosto de 2018. Fuerza y honor.
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